En Abisinia, lo que hoy conocemos como Etiopía, nació una hermosa fábula que mezcla la fe, los milagros y la vida. Es la historia de Bata Maryan, un peregrino anciano cuyo nombre significa “esclavo de María”, y que fue testigo de un milagro que dio origen el café en el mundo.
Un peregrino en las colinas de Abisinia
La historia cuenta que Bata Maryan, apoyado en su viejo bastón, solía dedicar largas horas a la oración en medio de las colinas de Abisinia. Un día, tras horas de ayuno y meditación profunda, sintió cómo sus fuerzas lo abandonaban. Exhausto, se desplomó, dejando su bastón clavado en la tierra.
El día en que el café nació
Mientras el sol se ocultaba, algo extraordinario ocurrió: un resplandor envolvió al piadoso peregrino, llenándolo de una profunda paz. Cuando abrió los ojos, Bata Maryan quedó atónito. Su bastón seco y sin vida había florecido, cubierto de hojas verdes y frutos rojos. Era el primer cafeto, y así, según la fábula, nació el café en el mundo.
El milagro del bastón florecido
Hoy en día, en un pequeño poblado llamado Zaguié, junto al lago Tana, este milagro sigue siendo recordado. La iglesia de San Jorge conserva un lienzo bordado que muestra el milagro del bastón florecido de Bata Maryan.
El símbolo detrás del primer cafeto
Esta fábula no solo nos cuenta el nacimiento del café, también nos transmite un mensaje profundo de fe y resistencia. Así como el bastón seco floreció, también en nuestras vidas puede brotar algo extraordinario. Cada sorbo de café puede ser un recordatorio de la Gracia que nos sostiene en los momentos que más lo hemos necesitado, cuando creemos que ya no podemos más.
El café como un pequeño milagro diario
Tal como sucedió con el “esclavo de María”, en los instantes de mayor agotamiento pueden surgir fuerzas nuevas y consuelos inesperados. Quizá algo tan sencillo como una taza de café sea también un reflejo de los pequeños milagros que ocurren a nuestro alrededor cada día, invitándonos a reconocer la belleza y la esperanza en lo cotidiano.